Wednesday 26 November 2014

Yo no tengo ningún problema con los gays

Hace unas semanas, estaba en un bar con un amigo y me lo dijeron, otra vez. Hacía ya un tiempo que no me ocurría y me sorprendió que me pasara en el Soho, el barrio tradicionalmente más gay de Londres. Si me lo hubiesen dicho en España me hubiera sentado de la misma forma, me duele, pero no me hubiese extrañado. Ya sé, quizá soy muy naíf, pero que me lo dijeran en el Soho me sorprendió.

Estábamos echando una cerveza en la terraza interior de un bar, no había nadie más, hasta que salió a fumarse un cigarro un señor de ésos que no sabes si tienen cuarenta y pocos muy cascados o cincuenta y tantos con ricura. El tipo iba claramente borracho y no tardó ni un minuto en empezar a hablarnos; resoplas, miras a las nubes, sabes que te toca aguantarle la perorata al tajarini de turno. Nada nuevo, a ver por dónde sale. Nos contaba que él era de Inglaterra pero que vivía en Canadá, que había venido por negocios y que trabajaba en la industria de las apuestas online; muy interesante, genial, maravilloso, discreto intercambio de miradas de resignación con mi amigo, de ésas de subir las cejas. Decía que se había intentado hospedar en el W Hotel, pero que al final no se había quedado porque lo habían tratado como si él no pudiera pagarse una habitación ahí; muy interesante, genial, maravilloso. Luego se puso a hablar del precio de las copas en el W Hotel de Barcelona y de las noches que había pasado allí. Muy interesante, genial, maravilloso, otro intercambio de miradas de resignación; pero éste sin discreción, dejando las cejas subidas más rato para ver si el paposo lo pillaba. El cigarro parecía interminable. Apuró la colilla, la tiró al suelo y se me iluminaron los ojos; “tira para dentro, plasta”. No tardó ni medio minuto en encenderse otro; resoplido, mirada al cielo, “¿por qué a mí?”. En un momento dado se calló, se nos quedó mirando e hizo ademán de dar un paso atrás. Por un segundo creí que se había dado cuenta de que no nos importaba un cojón lo que nos estaba contando; pero no era eso, había caído, éramos maricones y nos lo preguntó.

- Yes Sir, we are gay.

 - I don’t have any problem with that.

Lo había dicho. Las palabras se las lleva el viento; pero si el viento a veces rompe ramas y levanta casas por los aires como si fuesen hojas, y donde hubo ramas y casas luego ya no hay nada, las palabras a veces te golpean, y donde no hubo nada luego hay dolor. Le pregunté que por qué podría tener un problema con lo que yo soy y él me dijo que no tenía ningún problema con lo que yo soy; que justamente eso era lo que me estaba diciendo. Mentiría si dijera que no intenté forzar la conversación que venía al caso, pero en seguida me di cuenta de que no procedía, la cosa no daba para más; donde no hay mata no hay patata.

Amigos y amigas heterosexuales, en ese contexto, por favor, no recurráis al tristemente manido “yo no tengo ningún problema con los gays” o al “yo tengo muchas amigas lesbianas” o al “mi novia tiene muchos amigos gays”, seguido del patético “y me parecen gente de puta madre”; como si no hubiera maricones y bolleras mala gente. Yo no tengo ningún problema con la gente que se llama Pepe, ni con la gente negra, ni con la gente que tiene pecas, ni con los chicos que tienen el culo plano o con las chicas que tienen las tetas caídas, y a pesar de ello no se lo recuerdo cada vez que conozco a uno.

Hoy en día, ningún heterosexual se va a encontrar en la situación de una comida de trabajo, en la que al retirarse el camarero después de tomar nota de los menús, los comensales se dediquen caras de complicidad porque el chico era muy macho, nosotros sí. A ninguna persona heterosexual, después de hablar de su pareja con un grupo de gente que acaba de conocer, le dirán: “Ah, ¿eres heterosexual...? Ah, hostia, pues no se nota, yo no tengo ningún problema con eso, mi novia tiene un montón de amigos heterosexuales y a mí me parecen una gente de puta madre”. No es que a nosotros nos pase continuamente, pero el hecho de estar en la posición de que te pueda pasar te hace entender que los heterosexuales tienen el privilegio de poder aceptarte o no. Así, cuando me presentan a un grupo de gente en un ambiente no gay y no escondo mi condición homosexual, desafortunadamente, me expongo a la arbitrariedad de los demás a aceptarme o no. Al fin y al cabo, el que disfruta del privilegio de poder aceptar o no al gay lo hace porque está al amparo de las normas sociales, que son heterosexuales y que excluyen al gay.

En ese contexto del privilegio no importa que el individuo heterosexual acepte o no al individuo gay. El hecho de que pudiese o no aceptarlo, y que el individuo gay no pueda hacer nada al respecto, es lo que importa; porque hace que estemos subyugados a la aceptación del mundo heterosexual. Ojo, no critico al heterosexual por tener ese privilegio, él no ha escogido tenerlo. De hecho, yo tengo los míos: soy ciudadano de la UE, soy hombre y soy blanco. Porque al ser ciudadano de la UE, tengo, entre otros, el privilegio de tener acceso a una seguridad social; porque al ser hombre, tengo, entre otros, el privilegio de poder publicar fotos mías sin camiseta en Facebook; porque al ser blanco, tengo, entre otros, el privilegio de apenas no tener que enfrentarme a situaciones racistas. Pero a pesar de no criticarlo, sí que me parece importante hacer hincapié en lo relevante que es, al menos, ser consciente de los privilegios de los que disfruta uno mismo; porque una cosa es tenerlos y otra es abusar de ellos al ignorar que se tienen.

La pregunta entonces es: ¿Qué se puede hacer al respecto? Pues intentar revertir la situación. ¿Cómo? Pues procurando que el que no acepta al que es distinto sea el que se salga de la norma y que la norma sea la diversidad. ¿Y cómo se consigue eso? Pues para empezar, educando en el respeto hacia la diversidad y luego, entre otras cosas, dejando de decir “yo no tengo ningún problema con…”. Cuando yo diga que soy maricón, ya sea porque me lo pregunten o porque me dé la gana decirlo o porque quiera compartir mi opinión sobre lo bueno que está el niñato que trabaja conmigo o porque quiera hablar de mi novio utilizando el género masculino, sin tener que referirme a él con el tan socorrido “mi pareja”, no quiero que me digan nada. Porque al decir la frasecita de marras lo se que está haciendo es perpetuar y afianzar ese privilegio. Y es que en el fondo, a mí, no me importa que me acepten o no, si tienen un problema con los homosexuales o con la homosexualidad, como bien dicen, el problema es suyo, no mío; ahí se atraganten con él. Lo que sí me importa es que me recuerden que podrían no aceptarme cuando yo no lo he preguntado.

Un beso ninja y marica.

3 comments:

  1. Me parece que los heterosexuales al no pasar por ciertos trances ni se plantean la reaccion de alguna de sus preguntas, ahora en navidades con las comidas de empresa y el que se quiere hacer el gracioso con dos vinos de más se escucha cada burrada que da asco...

    Muchas gracias porque me viene muy bien ciertas ideas que me han venido leyendo tu texto para completar una serie de entradas que andaba redactando sobre las reacciones de un simple beso

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    1. Gracias por comentar. Me alegro que esto te sirva para tus cosas.
      Si quieres hablar del tema me puedes contactar aquí ninjadelapuebla@gmail.com
      Besos!

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  2. ahora acabo de ver que me contestaste, tranquilo porque mi blog va como el Guadiana, aparece y desaparece.

    Veo que has cambiado el dominio a uk pero afortunadamente gracias al rss no te perderé la pista

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