Wednesday 1 April 2015

Pongamos que las cosas no pasan porque sí

Pongamos que una ama de casa en la Alemania nazi negándose a comprar en una tienda de judíos no fuese un hecho casual, sino una consecuencia de las políticas antisemíticas de sus mandatarios.

Pongamos que el juez Bermúdez refiriéndose a ciertos implicados en el macrojuicio del 11M como “los moritos” no estuviera haciendo un inocente uso de una forma de hablar sin connotación xenófoba; sino que estuviese cometiendo una flagrante falta de respeto hacia los individuos a los que hacía referencia y hacia las personas que pagan su sueldo, entre las cuales se cuentan muchos “moritos”, como consecuencia de eso tan hispanamente institucionalizado del “pero venga hombre, si no pasa nada”. 

Pongamos que referirse a los inmigrantes latinoamericanos y pakistaníes como panchitos o machupichus, y pakis, (d/r)espectivamente, no fuera simplemente acogerse al uso de un gentilicio tan común como arbitrario, sino la consecuencia de la concepción de que ese acto degradante es simplemente una forma graciosa de referirnos a algunos de nuestros conciudadanos.

Pongamos que enviar una circular a los empleados de seguridad de una empresa pública para que presten especial atención a los usuarios que potencialmente pueden ser identificados como gays no fuese un desafortunado hecho aislado; sino la consecuencia de una realidad cotidiana, que al ser ignorada afianza, por omisión, el triste panorama de lo que pudo ser, y ya no es, la capital gay de Europa.

Pongamos que las cosas no pasan porque sí. Pongamos que hablo del metro de Madrid, ¿estamos?