Dice el DRAE que una colección es un “conjunto ordenado de cosas, por
lo común de una misma clase y reunidas por su especial interés o
valor”. Luego están los coleccionistas; los hay que coleccionan sellos,
los hay que monedas, postales, saquitos de azúcar, imanes de nevera,
ositos Whinnie Pooh o ropa interior de examantes; el cine nos regala
hasta algunos que coleccionan vello púbico de jovencitas, que custodian
en botes de cristal con fecha, nombre y edad de la donante. Estas personas coleccionan porque tienen un interés particular
en las cosas que reúnen.
Para ser un coleccionista, no
solo hace falta la voluntad de serlo, hacen falta otras cualidades, que
según lo que se coleccione variarán en tipo y en grado. Si por ejemplo,
yo colecciono saquitos de azúcar, me harán falta, primero, perseverancia, para
coger azucarillos cada vez que voy a un bar y segundo, ser muy pesado,
para darle el coñazo a todos mis amigos para que se acuerden de coger
los saquitos de marras y que luego no se olviden de traérmelos. Sin
embargo, si en vez de azucarillos, colecciono iconos bizantinos del
S.XVI, me harán falta otras cualidades; tendré que saber de arte para
que no me den gato por liebre, necesitaré ser adinerado para comprar las
piezas, tener destreza para saber dónde encontrarlas y seguramente un
gusto exquisito que me permita, a simple vista, saber qué iconos bizantinos son más
apreciados y quizás hasta de qué zona provienen.
Luego,
hay unos señores de indudable calidad moral, porque no hay duda que su
calidad moral es nula, que coleccionan dinero. Canallas que también
tienen un especial interés en el valor de lo que coleccionan, y que
poseen unas cualidades maravillosas para engordar sus colecciones hasta
límites insospechables.
Las colecciones de dinero y los
repugnantes coleccionistas que las engordan, son muy peculiares. En
cuanto a las colecciones en sí, una de sus singularidades, es que no se
les pueden aplicar conceptos cualitativos. Así, por ejemplo, el ya
difunto señor Botín, no hubiera podido pasear a un invitado por una de
sus cámaras acorazadas y decirle algo tipo: “¡Mire qué preciosidad!
Estos 200 millones son de 600 familias que desahucié de un plumazo hace
10 años. Seguro que recuerda aquellos 4 desgraciados que se suicidaron en Madrid en menos de dos semanas. Mire, mire, ¡tóquelos!
Parte de estos millones fueron de ellos. ¡Qué hermosura, oiga!”. No, en
las colecciones de dinero no hay calidad, se trata solo de cantidad. En
cuanto a los indecorosos coleccionistas de dinero, también tienen sus
particularidades; la más determinante es la codicia, que va un pasito
por delante de la indiferencia más absoluta ante el sufrimiento ajeno;
grandes tipos los coleccionistas de dinero.
Pero esto no es todo, hay una peculiaridad más, que seguramente es la más abominable de todas y
que se refiere al objeto coleccionado, el dinero. La
acepción en términos económicos de la palabra dinero es: Medio de cambio
de curso legal. O sea, que la razón de ser del dinero es que existe
para ser cambiado, para que circule. Así pues coleccionar dinero es subversivo porque va en contra de
la naturaleza del concepto del propio dinero.
¿Se podría decir que esos
señores no son coleccionistas si no que son ahorradores a gran escala?
Creo que no. Por definición, ahorrar es “guardar dinero como previsión
para necesidades futuras”. ¿Hay alguien que pueda creer que es una necesidad algo que
cuesta 7.000 millones de dólares, que es lo que tenía el señor Botín
según Forbes? Pues eso, lo que hacen estos señores es coleccionar dinero y disfrutar del hecho de tenerlo, no de gastarlo.
Emilio, como que ya muerto estás, me
permitiré el lujo de tutearte. Dime, ¿para qué coño querías tantos millones?,
usurero, ¿para que te enterrasen con ellos?, ¿para morirte con la
certeza de que eran tuyos y de nadie más?, ¿de verdad te creías que tu
codicia era más importante que las vidas que jodiste a tanta gente?
Supongo que sí, por eso me repugnas. Señores coleccionistas de dinero,
¡basta ya de joder la vida a los que sí necesitan eso que vosotros
coleccionáis! Si la miseria fuese dinero y el dinero fuera miseria,
seguiríais siendo iguales, porque sois tan ricos como miserables y no
conocéis lo que es la dignidad.
Emilio, de todo corazón, espero que tanta paz dejes como dolor has causado.
Un beso ninja
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